Gabriel March.
|Abadía del Señor Collins|
Gabriel parecía uno de los más cómodos en aquel lugar. Mientras los demás lo observaban todo con curiosidad o recelo, tomaban notas o se quejaban de los servicios -o más bien, la ausencia de ellos- que se ofrecían, él se dedicaba a tamborilear con la yema de los dedos una melodía pegadiza sobre su sombrero, que reposaba tranquilamente sobre sus rodillas en un acto de educación. El viaje no había sido tan infernal para él como para otros invitados. Acostumbrado como estaba a moverse de ciudad en ciudad en todo tipo de medio de transporte para dar sus espectáculos, unas cuantas horitas en tren no le iban a quitar el ánimo. Además, había estado bastante entretenido junto a aquella estudiante de periodismo. Dunne se llamaba, si no le fallaba la memoria al mago. Juntos, habían sido el terror de todo aquel que intentara encontrar algo de paz y tranquilidad en el compartimento.
Fue entonces cuando llegó el último invitado, aquel que fue repentinamente atropellado por una muchacha de cabello oscuro. Mientras que todos parecían tener interés en socializar con el primero, por alguna extraña razón la curiosidad de Gabe se centró en la mujer. Tan solo de escuchar sus susurros sobre el extraño ente que había detrás de aquella puerta, cualquiera podría pensar que estaba loca de remate. Pero él sospechaba que lo único que le ocurría es que estaba aterrada. No compartía ese temor, pero lo comprendía. Después de todo, estar en un lugar como aquel con tantos desconocidos podía llegar a ser realmente inquietante.
- Claro que le tiene que sonar.- Intervino, con suavidad, una voz cerca de Quinn. El propietario de la voz, sonrió al aludido- Es Jareth Smith, ¿cierto? He usado varias de sus canciones para acompañar mis espectáculos. Sobre todo para los momentos de mayor tensión. Oh, dios. Vaya bocaza tengo. Ahora querrá cobrarme derechos de autor o algo por el estilo.
Rió, de buen humor. Regresó entonces su mirada a la asustadiza muchacha.
- ¿No prefiere sentarse en el sofá? No debe de estar demasiado cómoda en esa silla. -Gabe palmeó el lugar que quedaba libre a su lado y esbozó una sonrisa tranquilizadora, la misma que podría ofrecerle a un niño asustado que saliera del público a ayudarle en alguno de sus espectáculo.- Tranquilícese, señorita. No tiene de que tener miedo, no me la voy a comer. Ni yo ni nadie. Si permite mi opinión, lo único medianamente terrorífico que hay en esta abadía son los apestosos perfumes que llevan esas dos.
Señaló con un gesto de cabeza a Carrie y a Alice, respectivamente. Mientras tanto, las manos de Gabe parecían haber hecho aparecer como por arte de magia una baraja de cartas españolas y no dejaba de barajarlas con la pericia y habilidad de alguien que parecía recién salido de un casino de las Vegas.
Etiquetas: Gabriel March.
|Salón de la Abadía|
Quinn decide sentarse en una incómoda silla junto a la chimenea, todo lo lejos que puede de la puerta. Aún respira con dificultad por el susto, pero poco a poco su corazón vuelve a latir con normalidad cuando comienza a hacer ejercicios de respiración. Justo cuando coge aire la tal Alice se levanta para saludar a Shane y Quinn se olvida de expulsar el aire, por lo que se le hinchan los papos cual hamster. Alice empieza a pasearse por el salón y cuando llega a la altura de Quinn la cara de esta está morada como una berenjena. En ese momento justo Quinn echa el aire y se queda completamente a gusto.
- ¡Quinn McKee! -grita sin darse cuenta, porque tiene los oídos taponados por al presión- ...Eeeeh... me llamo Quinn McKee y soy enfermera.
No se levantó a estrechar la mano de los demás, prefirió quedarse donde estaba, era más seguro.
- Disculpe señor, ¿podría apagar el cigarrillo? Soy asmática -le dice a Jareth después de haber estado unos minutos en silencio- Por cierto, me suena de algo...Etiquetas: Quinn McKee
[Salón de la abadía del señor Collins]
Alice suspiró suavemente, mirándose la manicura francesa que relucía con la luz del fuego, y luego posó las manos sobre la falda de tubo del vestido negro que llevaba. Le lanzó una mirada fría al recién llegado y se levantó con delicadeza, llevando el pequeño bolso de mano consigo. Se acercó con la elegancia que la caracterizaba, atravesando las nubes de humo que uno de los invitados [Jareth Smith] estaba provocando y haciendo sonar los tacones sobre el suelo helado, y extendió una delicada y fría mano ante O´Toole.
-Detective...- saludó con una sonrisa gélida pero a la vez cordial -Alice Loire- le estrechó la mano con brevedad.-Si me disculpa...
Se giró con elegancia, consciente de que O´Toole la estaba mirando, y comenzó a pasearse por la estancia, examinando los cuadros con fingido interés. "Vaya... no está mal, se parece a una de las residencias de verano de papá. Me pregunto quién será el señor Collins..." pensó, avanzando lentamente "¿Por qué habrá invitado a gente tan variopinta? Una periodista adolescente, un detective, un escritor de novelas de terror... Luego hablaré con Aldo, tiene que saber algo. O quizá es más conveniente hablar primero con la mujer, parece algo tímida y asustadiza...". Sonrió.Etiquetas: Alice Loire
ELIZABETH GREEN
|Abadía del señor Collins|
A Liz le fue imposible seguir mirando el fuego por más tiempo, ya que la llegada del último huésped del señor Collins parecía haber "despertado" a los demás, quienes estaban casi sedados por el largo e incómodo viaje, seguido de tan cómo salón. O quizás no, pensó al fijarse de nuevo en la señorita Morgan, una hiperactiva periodista pelirroja. Sin lugar a dudas, al menos es como se sentía ella.
Observó como Dunne atosigaba a preguntas al pobre hombre, que poco después se presentó como detectiva haciendo una pequeña broma, bastante bienvenida después de la intervención del viejo escritor. Ella misma recordaba tener un par de sus libros en su apartamento, probablemente los habría disfrutado en su momento, pero ahora ni se acordaba de ellos.
Sin embargo, era interesante como se diferenciaba su comportamiento con los de los huéspedes más jóvenes. No hacía tanto tiempo ellos mismos habían tenido su edad, y sin embargo ahora los más mayores eran como sosegados frente a los jóvenes.
Con un suspiro, Liz abandonó su cómodo sillón y sus divagaciones para presentarse al que, esperaba, fuera el último. Mientras se acercaba, una joven rubia entró disparada y chocó contra el detective, al parecer había llegado la primera y ya se sentía algo más a gusto con la mansión. O no, parecía asustada.
- En cualquier parte, Detective O'Toole. Elizabeth Green - se presentó profesionalmente, extendiendo una mano para que se la estrechara. Por el rabillo del ojo no perdío de vista su lugar junto al fuego, en el que había dejado su viejo bolso de cuero negro con sus pertenencias más valiosas.
Etiquetas: Liz Green
|Abadía - Salón|
(fdi: he utilizado parte de la entrada de Dunne para interpretarlo sin perderme xD)
Shane mira a los presentes algo reticente, sobretodo al hombre que fuma. Le da mala espina y no ha dicho nada en respuesta a su saludo. Después su atención pasa a la chica rubia que parece tener pocas luces, pero no se centra en ella. Escucha una voz y dirige su atención al origen, es una mujer algo más mayor que los demás, parece saber lo que es tener educación. Shane contesta con otro "buenas noches". Ahora le toca el turno a un hombre más curtido, pero justo en ese momento un torbellino pelirrojo se acerca a Shane y comienza a disparar una ráfaga de preguntas.
- ¡Bienvenido a la humilde morada del señor Collins, señor...! Bueno, no importa -corta, antes de que Shane O'Toole pueda contestar- Yo soy Dunne Morgan -le estrecha la mano con una sonrisa en los labios-, encantada de conocerle. ¿Es usted el último invitado? ¿Sabe si habrá más? ¡Porque esto se está convirtiendo en una jaula de grillos!
- El último, si. Mmm... no se...
Dunne se acerca a Shane, poniendo la palma de la mano extendida al lado de la boca, de tal forma que solo Shane puede saber lo que dice.
- Sobretodo con Smith, que no deja de fumar. Entre usted y yo, es un poco rarito.
-Eh... si, un poco rarito.
La chica se separa y, con la sonrisa impenetrable, empieza a hacerle preguntas. Nombre, edad, de qué trabajaba... Pero las hace tan rápidamente que a Shane ni siquiera le da tiempo a contestar.
Es un monólogo constante que solo es cortado por la interrupción de otro de los invitados.
- Señorita Morgan, está ahogando al invitado con sus preguntas. Déjelo descansar; ha sido un largo viaje.
Dunne se gira. Al lado de la chimenea, hundido en uno de los mullidos sillones de terciopelo rojo y negro, un hombre de avanzada edad los mira con una pipa en la boca. Le hace un gesto con la cabeza a Shane a modo de saludo. La periodista se vuelve de nuevo hacia el recién llegado, poniendo los ojos en blanco.
- Si, señor Atkins -contesta, arrastrando las palabras-. Es Marcus Atkins -le explica a Shane, en voz más baja-, ¿lo conoce? El famoso escritor.
- Si... lo conozco -Shane mira a Marcus agradecido por haberle salvado de aquel huracán pelirrojo- He leído alguno de sus libros, realmente inquietantes... -Shane se vuelve a girar hacia Dunne- Apuesto a que eres periodista... Shane O'Toole, 53 años, investigador privado, pero no se preocupen, estoy de vacaciones.
Justo después de decir esto algo choca contra su espalda lanzándole hacia delante. Tarda un rato en recuperar el equilibrio y en darse la vuelta para ver quien ha sido. Para su sorpresa es una joven más sorprendida que él por el choque.
- Estoy bien, no ha sido nada. -miente mientras se frota la espalda- En serio, no ha sido nada -vuelve a levantar la vista, pero Quinn ya ha desaparecido de su campo visual.
Shane levanta una deja y se vuelve.
- ¿Dónde puedo sentarme?Etiquetas: Shane O'Toole
|Abadía - Salón|
Quinn camina por los pasillos toqueteando todo lo que ve. Es un lugar interesante, parece tener mucha historia, y a Quinn le encanta la historia. Finalmente decide que lo mejor es no entretenerse y volver cuanto antes al salón. Quinn había llegado la primera a la abadía, pero como había tenido la urgencia de ir al baño había salido del salón.
Tras pasar varias puertas por fin da con la del salón. La empuja con fuerza, pero la maldita no cede. Escucha un ruido a su espalda y se imagina que es un fantasma (es una chica muy paranoica), lo que produce que la adrenalina corra por sus venas. Coge carrerilla y vuelve a empujar, pero por desgracia Aldo abre la puerta desde el otro lado y Quinn entra como un perdigón chocando contra la espalda de Shane y el costado de Dunne.
- ¡Vaya! Lo siento. Había oído un ruido a mi espalda.. la puerta no se abría... -le dice a un dolorido Shane- Lo siento, lo siento, lo siento, lo siento ¿estáis bien? -pregunta a ambos mordiéndose el labio inferior- Hola a todos. He llegado hace rato, pero había salido al baño. Soy Quinn McKee.
Tan nerviosa está que no espera la contestación de Shane ni la de Dunne. Se aleja de la puerta como si algo monstruoso fuese a entrar por ahí y contina susurrando que hay algo ahí fuera.Etiquetas: Quinn McKee
Dunne Morgan
Abadía
Dunne tenía buen oído. Por eso, cuando escuchó como el portón de madera que era la entrada a la enorme abadía construída a base de piedra y esfuerzo se abría con un ligero chirrido, se levantó de un salto del sofá en el que había pasado el rato tomando notas de cada uno de los detalles del salón y de los huéspedes. Y es que, desde que aquel chofer que no soltaba prenda la dejara delante de la extraña y siniestra abadía, no había parado de hacer preguntas a todos los que se iban a alojar allí durante las tres semanas próximas. Algunas caras eran nuevas, pero otras las recordaba del tren. Por ejemplo, conoció a Gabe March, el mago, en el vagón en el que se habían pasado seis horas llenas de interminables bromas, risas y juegos. También estaba el tal Jareth Smith, que ahora se dedicaba enteramente a su cigarro. Y algunos más que, esparcidos por el salón, se entretenían como podían.
Aldo, el mayordomo, llegó al salón acompañado de un hombre que podría ser su padre. Sin pensarlo dos veces, la pelirroja voló hasta la entrada del salón y, con el bolígrafo a punto para escribir en la libreta, empezo a soltar una retahíla de palabras a la que Aldo, que pareció huir despavorido -o eso imaginó Dunne-, ya parecía estar acostumbrado.
- ¡Bienvenido a la humilde morada del señor Collins, señor...! Bueno, no importa -cortó, antes de que Shane O'Toole pudiera contestar- Yo soy Dunne Morgan -le estrechó la mano con una sonrisa en los labios-, encantada de conocerle. ¿Es usted el último invitado? ¿Sabe si habrá más? ¡Porque esto se está convirtiendo en una jaula de grillos!
Se acercó al hombre, poniendo la palma de la mano extendida al lado de la boca, de tal forma que solo Shane podía saber lo que decía.
- Sobretodo con Smith, que no deja de fumar. Entre usted y yo, es un poco rarito.
Se separó y, con la sonrisa impenetrable, empezó a hacerle preguntas. Nombre, edad, de qué trabajaba... Pero las hacía tan rápidamente que a Shane ni siquiera le daba tiempo a contestar. Era un monólogo constante que solo fue cortado por la interrupción de otro de los invitados.
- Señorita Morgan, está ahogando al invitado con sus preguntas. Déjelo descansar; ha sido un largo viaje.
Dunne se giró. Al lado de la chimenea, hundido en uno de los mullidos sillones de terciopelo rojo y negro, un hombre de avanzada edad los miraba con una pipa en la boca. Le hizo un gesto con la cabeza a Shane a modo de saludo. La periodista se volvió de nuevo hacia el recién llegado, poniendo los ojos en blanco.
- Si, señor Atkins -contestó, arrastrando las palabras-. Es Marcus Atkins -le explicó a Shane, en voz más baja-, ¿lo conoce? El famoso escritor.
|En el Salón de la Abadía|
Sentada en uno de los enormes sofás de aquel salón se encontraba la joven Carrie, quien en ese momento cruzaba con parsimonía sus piernas, dejando entrever por la larga apertura de su falda parte de sus estilizadas piernas. Depositó sobre sus rodillas un minúsculo bolso de piel del cual sacó un también minúsculo espejo, en el que no tardó en mirarse. Poco después acompañó al espejo un kit de maquillaje de "Primeros Auxilios". Se sentía horriblemente mareada y asqueada tras aquel tortuoso viaje por lo que había parecido medio mundo y necesitaba recomponerse a base de maquillaje. Aún no entendía como había podido soportar estar durante horas en un tren que parecía anclado en el pasado y en el que no conocían en absoluto la expresión "Primera Clase". Se había visto obligada a compartir vagón con gente que no paraba de reír, de fumar y de hacer trucos de magia como si de una andrajosa taberna de pueblo se tratara, hasta tal punto que ella también había comenzado a sentirse vulgar. Esperaba que eso pudiera arreglarse con un poco más de brillo de labios.
Y es que volvía a retorcérsele el estómago solo de pensar que por un momento se había sentido como en casa al llegar a esa enorme mansión, incluso más grande que la de su padre. Le habían recogido sus dos maletas, todas llenas de ropa de marca, y su maletín de mano, en el cual había guardado sus zapatos. Se había sentido atendida, el centro de atención de todo aquello. Pero al entrar en el enorme salón volvió a la realidad. No estaba sola y no era, en absoluto, el centro de atención. Nadie parecía reparar especialmente en ella y tampoco nadie se levantó corriendo a pedirle con entusiasmo un autógrafo por sus películas. "Qué gentuza".
- Al menos podría venir alguien a servirnos algo de beber. -Dijo, con aire crítico, mientras añadía algo de colorete a sus pálidas mejillas y se retocaba un mechón rebelde de pelo.- Por dios. Yo nunca permitiría que trataran a unos invitados míos de esta forma. Que vergüenza ajena.
No podía saberse con seguridad si hablaba para sí misma o para el resto de invitados. Fue entonces cuando la puerta se abrió por última vez y Carrie le dedicó al recién llegado una mirada escrutadora por encima de su espejo, el cual cerró de un solo golpe y lo volvió a introducir en su bolso.
- Buenas.